Como ya te conté en una entrada anterior, en la época virreinal, las carrozas abundaban en el centro de Lima, que entonces constituía simplemente Lima. Imagina la polvareda que las 4000 calesas o carrozas habrían levantado al transitar por las calles y plazas de nuestra ciudad en el siglo XVIII. La posesión de tantas carrozas indicaba claramente la opulencia en que vivían los limeños
Y recuerda que estas y otras historias sobre el centro de Lima puedes conocerlas en los interesantes walking tours de ARTE LIMA, porque nadie te cuenta la historia y el arte de Lima mejor que nosotros. 😉
A propósito de plazas, entre las varias funciones que la plaza mayor cumplió (como te conté) podemos considerar también su uso como estacionamiento de coches de alquiler en el siglo XIX. Para entonces, las carrozas habían disminuido en número y sólo circulaban aproximadamente 80.”

Así como últimamente los animalistas reclaman por el posible maltrato que los caballos podrían experimentar cuando jalan nuevamente las carrozas en el centro de Lima para paseos turísticos, en 1886 surgieron muchas protestas parecidas. En aquel entonces, la gente también exigió mejor trato para los caballos y mulas que tiraban de estos medios de transporte. Los ciudadanos además reclamaron por la forma de vestir y comportarse de los cocheros, quienes no siempre mostraban la mejor conducta… Por esto, las autoridades establecieron un reglamento.
La norma, entonces, exigió numerar y pintar los coches, revisar el estado de los caballos constantemente, el uso de una indumentaria más elegante a los cocheros (incluido sombrero), exhibir el tarifario.

Además, se prohibió aceptar gente que viajase de pie; y se ordenó no transportar cadáveres o gente infectada con viruela, ni menos borrachos o animales.
El cochero solo debía esperar 10 minutos a la persona que había pedido ser recogida en su domicilio, si no salía en ese lapso tenía que pagar la carrera. A los limeños de ahora esto nos sonará más o menos familiar con el servicio de taxis por aplicativo… Hay cosas que nunca cambian.

Asimismo, se fijó hasta donde podían ir los cocheros: de día a cualquier sitio que exigía el pasajero siempre que no saliera de “las portadas” refiriéndose a las puertas de entrada que tenían las viejas muralla. Cosa curiosa, para 1886 ni las murallas ni las portadas existían, pues habían sido demolidas unos años antes. Pero parece ser que la población recordaba dónde había estado esas puertas.
De noche los cocheros solo podían dar servicio hasta allí donde “hubiera luz de gas, empedrado y servicio de policía”.
Fuentes
Martinez, H. El Comercio 17 de enero del 2021. Coches de punto, los taxis del siglo XIX
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